
Camino por las calles y las siento vacías. No hay gente, no hay perros vagabundos, no se siente ese olorcito a asado de los domingos, ni la música alegre de fondo.¿Que triste no? me pregunto. Así son los domingos. No se escuchan los goles del clásico del fútbol, ni los bocinazos porque River le gano a Boca. No se ven banderas de equipos de fútbol colgadas de los balcones ni de las terrazas. No hay gente tomando mate en las plazas. No hay chicos jugando a las escondidas y menos a la bolita.
Y camino, camino, y camino. Y el viento se lleva mis recuerdos entremezclados con las hojas del otoño. Y empiezo a correr. Los alcanzo, y otra vez son míos. ¡¿Se creían que me iba a olvidar, y que me iba a acostumbrar a esto?! No. Jamás.
Me siento en el banco más cercano y los árboles de color amarillentos se vuelven verdes.
Me siento en el banco más cercano y los árboles de color amarillentos se vuelven verdes.
Por las calles ya no pasan solo autos y motos, ahora pasan carros con los caballos, como allá... En las plazas no se juega al básquet. Los ves a todos jugando al fútbol por la Coca. Y en las esquinas están los grupos de amigos, y en las veredas están las familias con sus sillas tomando mate.
Ahora hay música, ahora hay gente. Ahora hay olor a la tortilla de la abuela. Ahora hay perros por la calle... sin correa. Ahora volví, estoy en mi casa.
Abro los ojos, y agradezco por tener esa capacidad de imaginación.
Con una sonrisa... me levanto de ese banco, me hago amiga del viento y me voy de su mano aunque haya querido llevarse mis recuerdos.
Foto y texto: Flor. C








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